Buscando una y otra vez la confianza que mis almohadas no me dan para cerrar los ojos y conciliar mi paz mental, nuevas teorías de existencia se escriben en las reglas de este juego.
Dormir incómodo en una zona de confort que muchos días disfrutaste y que no rinda lo que realmente fuiste a descansar, es sinónimo de que no querés estar en ese lugar. Estar con los sueños en tu mano sin poder disfrutar tu momento y tu lugar de relaje, no debe tener un espacio en este juego.
Y es que en realidad, nadie quiere ser parte de este juego.
Nos entrenamos todos los días en cuerpo y alma para transitar nuevos planos emocionales que llenen cada sentimiento en nuestro interior. Y (casi) nunca encontramos dónde está la franja que la otra parte traza con el talón del pie como si fuera la línea del arco con un arquero que la borra constantemente para proteger su red. Llegan momentos que ya no comparten tu esencia en su vida y tu zona de confort se acaba de un solo borrón.
La incomodidad gobierna tu ser porque no podés decidir que clase de emociones vas a ejecutar hoy para valorar tu propia zona de confort emocional y es ahí donde me siento atento al saber que esto que me pasa, no es más que una virtud.
La gran mayoría de los días de nuestra vida no sentimos presión ante nuestros sentimientos.
¿Porque no disfrutamos de esta presión para entender dónde estamos y dónde queremos estar?
Jamás permitas que nada ni nadie sea una debilidad para vos porque cada paso que das entre está incomodidad, es una virtud que tiene rumbo hacia tu paz mental.
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