lunes, 23 de octubre de 2017

La luz violeta de su interior.

Me encuentro en este asiento pensando todo lo frágil que me siento cada vez que pienso en ti. Te veo en las fotos y no me puedo explicar porque me siento así. Raro, inquieto.. sonrojado. Y realmente pienso, cuánto tiempo más tengo que esperar para poder decirte esto. Para convencerte que no soy más que un gran trabajador que quiere hacer tu palacio con la cúpula más hermosa que exista aún así sin tener un solo peso. Que me voy a poner en el desafío de despertar todos los días para ganarme tu sonrisa. Despertar para hacerte sentir la mujer más hermosa de todas con solo mirarte a los cósmicos ojos que tenés y atacar tus firmes labios con todo mi ímpetu. Con la fuerza que lo haría si supiera que mañana me voy a morir. De la manera que me siento si no logro aunque sea un beso tuyo en mi vida. O aunque sea una chance para sacarte a pasear, y mostrarte el cielo de estrellas que está brillando para nosotros dos que brillamos con esa misma intensidad cada vez que me abrazas y me haces sentir un nene inocente con mariposas en la panza. Un nene que no sabe cocinar pero aún así va a intentar ser Francis Malmann aunque sea con un plato de fideos con salsa. Y siendo un torpe con mi ya lacerado cuerpo, voy a a ser el piloto, con mis labios, del más lento pero placentero viaje al sol. Si, a esa cantidad insuperable de energía de la fuente más grande de energía que existe en nuestra enorme pero a la ves precaria conciencia de las cosas. Un viaje como si fuéramos una sola estrella que decidió salir a recorrer cada una de las estrellas de nuestras escorpianas galaxias. Y que en Antares, el corazón del escorpión, aprendió que su luz brillaba así de fuerte porque el destino o las casualidades o lo que sea que haya sido responsable de haberte conocido había hecho a mi presente escribir esto para vos..

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