Después de los pasillos que sobrellevaban a tu estela, este patio se quedo en el medio para escucharte. Yo te buscaba con ansiedad entre las columnas que estaban y vos cantabas melodías que desarmaban almas.
Lo que tanto me llevo para llegar, fue la ansiedad. Yo debía llegar a horario para lograr verte deslumbrar. Vos debías hacer lo correcto para a los oídos hacer vibrar.
Y eso que tu voz calcula mi disolución. La formula química que desgarra y amarra tus ganas de formar una pasión. Una forma de conocernos sin poder sentir los oídos escuchar y los ojos desangrar por los celestes que tus ojos tanto suelen deslumbrar.
En los pasillos de los pabellones, esperan dos.
Hasta luego decían.
Y con un adiós se deshacían.
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