Mil peleas siempre daban rebotes por toda la casa. Cualquier habitación de un hotel andaba bien para hacerme culpable de tus desconfianzas.
Desbarantado los momentos que el verano les armaba, poco a poco terminamos matando nuestra esperanza. No porque realmente no existiera. Sino porque tus caprichos no soportaban la distancia.
Embarcando barcos que no sueles frecuentar por los viajes largos, yo hoy sigo esperando mi turno para zarpar a tu lado. Ferozmente molido. Ansiosamente perdido.
Aún así, te siento en mis entrañas. Me pierdo por tus recuerdos y te rezo por las noches para que logres tus hazañas. Peleando contra mi corazón que tanto te aclama, poco a poco me fui despidiendo de tu mirada.
Igual, parece que ningún tiempo basta para dejar de extrañarte. Porque hasta los rascacielos saben de lo alto que me tiraba cuando por tu amor luchaba mientras bajaba en picada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario